Óscar Montero nació en la Sierra Nevada de Santa Marta, hace parte de la tribu kankuamo. Ha dedicado su vida a defender a todas las tribus indígenas del país. Este es su testimonio.
Óscar Montero nació en la Sierra Nevada de Santa Marta al norte de Colombia, el hogar de cuatro tribus indígenas ancestrales: kankuamos, koguis, arhuacos y wiwas. Él es kankuamo pero, por la violencia y persecución a líderes sociales, no pisa su tierra hace 15 años. Su vida está dedicada a llevar un mensaje de paz en nombre de su pueblo y de todos los pueblos indígenas del país. Politólogo de la Universidad Nacional tiene en la cabeza la realidad de estos pueblos como pocos. Aquí su testimonio.
Versión completa disponible en el sitio web de OpenDemocracy
Oscar David Montero de la Rosa, mi nombre. Indígena kankuamo, mi origen. Nacido y criado en la Sierra, en la comunidad chemesquemena, que está entre tres departamentos: Magdalena, Cesar y Guajira.
Mi pueblo vive al suroriente de la Sierra, con el río Guatapurí a sus pies. Tengo 32 años y una hija que es la luz de mis ojos. Ella tiene doble nacionalidad indígena: de padre kankuamo y madre nasa, el pueblo ancestral indígena que habita en el Cauca.
En la Sierra hay 12 comunidades en total y 36 cuencas hidrográficas. Las comunidades ancestrales tenemos nuestras organizaciones y dinámicas culturales, políticas, judiciales y territoriales propias.
Para nosotros, el territorio es sagrado y estamos unidos a él desde que nacemos, porque cuando nuestras madres dan a luz entierran nuestros ombligos en la tierra. Así, la fuerza de la Sierra está siempre con nosotros y nosotros siempre estamos con ella.
La violencia contra los pueblos indígenas ha sido implacable. El pueblo kankuamo en especial ha sufrido el mayor genocidio indígena estructural y cultural en la historia del país. Hoy, tenemos población kankuama en varias ciudades como Bogotá, Valledupar, Santa Marta, Riohacha y Barranquilla.
Vivimos por fuera de nuestro territorio ancestral. Somos más de 450 kankuamos asesinados a lo largo de muchos años y por diferentes tipos de violencias: la de las FARC-EP, la de la fuerza pública y la del Estado. Este genocidio no termina. Nuestra memoria es un tejido que se escribe con sangre y muestra nuestra resistencia.
Desde 1942 comenzó esta violencia. Nos tildaron de “salvajes” y exterminaron nuestras formas de vida para conformar “América”. Luego vinieron otros discursos que nos aniquilaron. La Colonización, La Independencia, La República y ahora el “Bicentenario”.
Nosotros vivimos en lugares estratégicos que son la puerta de entrada al Cesar y a Valledupar. Además, nuestro territorio siempre está en disputa. Un ejemplo actual es el del río Guatapurí donde quieren construir la represa besotes.
Cuando llegó la violencia guerrillera buscaron desarticular y partir el tejido social kankuamo.Las guerrillas involucraron a muchos miembros de manera forzada. Los unieron a sus filas. Luego llegaron los paramilitares, hicieron lo mismo, y quedamos en una disputa compleja en la que nos matábamos entre nosotros.
Yo conozco la violencia desde niño cuando éramos usados como escudos humanos en enfrentamientos de la guerrilla en nuestro territorio. Lo viví. Lastimosamente lo sigo viviendo. Mi hija tiene en su cabeza el mundo indígena, su capacidad de percibir, y a cada rato me dice que no quiere que me pase nada.
En 2005, mi padre fue asesinado por los paras dirigidos por Jorge 40 y Alias 39 que se encargaban del Bloque Norte del Caribe en Colombia. En esa zona hacían y deshacían. Él era un líder indígena kankuamo y docente en la Sierra.
A mi padre lo mataron porque, en esa época, asesinaron en la Sierra a Consuelo Araujo Noguera. Ella fue ministra de Cultura y esposa del ex procurador general Edgardo Maya. En su asesinato, hubo diferentes versiones y una decía que quienes la habían asesinado eran indígenas kankuamo, guerrilleros, de apellidos Arias y Montero. Por eso, asesinaron a todos los Arias y Montero kankuamo.
En versiones libres de los paras, personas implicadas en el caso afirmaron, en versión libre en la Fiscalía, que él fue ejecutado porque decían que era guerrillero y como venganza política.
Dentro de mis investigaciones pude demostrar que Hernando Molina Araujo, ex gobernador del Cesar, ordenó el asesinato de mi padre. Logramos que la Corte Panamericana diera orden de captura contra él por ser el autor intelectual del crimen. Pero en 2019 salió en las noticias que el señor Araujo quedó libre de culpa.
Este contenido se ha actualizado 9 febrero 2021.